Lo primero que tengo que decir es que errores los podemos cometer cualquiera de nosotros, nadie es perfecto. Por otra parte, creo que quien nunca se equivoca es porque nunca hace nada. Dicho esto, también creo que la manera en la que resolvemos nuestros errores, o mejor aún, la manera en la que los asumimos, es la que hace que los demás confíen o no en nosotros (como personas o como organizaciones).
Y ahora, la pequeña historia de cómo se me rompió el cuadro de mi bici en el momento en el que más la necesitaba (a la pobre bici, claro). Por cierto, es de las de final feliz.
Antecedentes
Lo primero que he de decir es que mido 1,83 y que se muy poco de bicicletas. En el blog hablo principalmente de rutas, de como grabarlas, de como planearlas, de como seguirlas o de como fotografiarlas. No tengo ni idea de el número de dientes que tiene el piñón grande de mi bici, tampoco se el modelo de horquilla que llevo, ni la marca de las cubiertas. Básicamente, me subo a una bici y pedaleo. Punto. Me encantaría saber mucho más, pero mi tiempo libre es limitado y no puedo saber de todo. En bici salgo todo lo que puedo, en general, suelo hacer entre 2.000 y 3.000 kms al año.
Decidí comprarme una Orbea Mungía en marzo de 2008. Barajé otras posibilidades, una Specialized, una Trek, una BH, una Cannodale, una Giant, una Leyton, una Felt y una Decathlon, pero la Orbea fue la que más me gustó desde el principio, aunque no sería capaz de dar ningún motivo racional por el que la consideré mejor que las otras. Tenía pensado comprármela en Ciclos Roca, ya que es una tienda que tiene fama por la zona y distribuía Orbea, pero...